De la casa a la playa, de la playa a la casa, se parece tanto a una rutina, que es como estar en casa, hacer algo distinto todos los días es un pacto implícito en vacaciones.
En Punta, es fácil caer en la fascinación de las paradisíacas playas, tranquilas, o no, según una costa u otra, sin embargo el aparente circuito reducido de playa ofrece propuestas inesperadas para el visitante.
Punta del Este, como toda península se introduce en el mar, la rodea una avenida de circunvalación, la Avenida Gorlero, donde la cinta asfáltica establece un pacto con el turista atento, mar por un lado, ciudad por el otro y rincones y paisajes con un enorme caudal de gesto del perfil de la ciudad y la arena que por otro lado parece que quisiera volver a ser piedra para pasear por ella.
En el mar, se puede disfrutar de los navíos que ocupan la escena, en un vaivén hipnótico en donde es fácil perderse en la contemplación.
Al final de la Avenida principal, se llega al Puerto, alrededor del cual las ciudades costeras surgen como si brotara un magma bullicioso, efervescente donde se encuentran embarcaciones de todo tipo, reparadas del mar, con su carga de propuestas gastronómicas.
Punta del Este cuenta con lugares de agua dulce también, por lo que la pesca es variada y está al alcance de la mano, o de los deseos.
Tierra de conquistadores, el más conocido Juan Días de Solís, descubridor del Rio de la Playa competía por el espacio, debido a su conveniente geografía, con actividades de piratería.
No faltan las especulaciones sobre los posibles tesoros que estarían por descubrirse en esta privilegiada ciudad, aunque por ahora, se puede visitar los restaurantes que ofrecen los platos de primera mano, frescos, desde los barcos a su mesa.
Puerto de la Candelaria fue el nombre que le dio Solís, y como toda mujer, la zona es ecléctica, y ofrece diferentes perspectivas. Allí recalan crucero argentinos y uruguayos para saborear los famosos mejillones de estas costas, con espectacular vista hacia la isla Gorriti, aunque la variación de pescados es más que tentadora; sin dejar de probar los exquisitos vinos.
En los kioscos se puede adquirir pescados y mariscos muy frescos para preparar en su alojamiento los más variados platos con un producto fresco, recién extraído del mar o de agua dulce, como prefiera.
Desde el puerto, el próximo destino podría ser el faro, donde se originaron las primeras viviendas, desde 1860 centro neurálgico del movimiento de los habitantes.
Hoy puede verse, desde el faro, famosos hoteles que desde 1884 prestan servicios a los viajeros, así como Chalets, la arquitectura presenta interesantes puntos de vista, y estilos de las diferentes épocas, desde el Biarritz, 1901, el España 1910.
En la ciudad hay puntos específicos donde el viajero deber detenerse, una vista privilegiada de diferentes ángulos, en casa intersección de callecitas, tómese un segundo y un giro de 360 grados le dará una perspectiva múltiple de Punta del Este, el mar, la ciudad, dan la impresión de encontrarse en una isla, la situación continental de la península queda por momentos enmascarada.
Por la noche, hay entretenimientos diversos, pubs, tragos, picadas de mar, música jazz, rock y un condimento de melodías brasileras que le dan a esta geografía una identidad extravagante.
Punta del Este cuenta con una cantidad fija de veraneantes que la eligen habitual y consecutivamente, bajo la afirmación que estar en las playas cura cualquier mal.
Como corolario de este paseo por las atracciones de Punta del Este, ahora sí, hora de un chapuzón en el mar. Puede elegir entre la calmada La Mansa o en la turbulenta La Brava, donde la única realidad, es la visible: la arena, el murmullo del mar y el perfil de barquitos de recreo en el horizonte. Un lujo para los sentidos.
Podés consultar precio de alquiler de departamento en Punta del Este en mariuperel@gmail.com, piscina, tv por cable, dos habitaciones, baño completo con toilette, living, lavadero, salón de juegos, WI FI en zonas comunes, sala de juegos, en una ubicación privilegiada, frente a Shopping y cines. De día y de noche, todo cerca.
Ya estuviste en el puerto, te atiborraste del mejor vino de cepas Tannat, hiciste la digestión en playa la Brava, y te volviste cómodamente el departamento a mirar en lontananza, con un mate, si sos argentino, con un té, si sos inglés, con una cerveza si lo pensás mejor.
Como estas en el edificio Fontainebleau, piso 20, con balcón cerrado vista a playa Brava, vez en el horizonte estrellado de barquitos, descubrís cierta curiosidad por saber qué hay más allá.
Nosotros te lo contamos: podés ir a la isla Gorriti, por ejemplo.
En esta isla te transportará al pasado, vestigios de la colonización y de arduas batallas de protección de la península.
Actualmente, los forasteros que se aventuran al vértigo de llegar al horizonte, se encuentran con la isla en una de las más hermosas playas, Playa Honda, donde se puede ver de cerca los barcos que antes se veían desde el mirador del departamento.
En la isla hay una única vivienda que es ocupada por los sucesivos cuidadores, aunque salen un entran lanchas, trasladando turistas, cada media hora, en Puerto Cañón.
Un pequeño puerto donde se puede almorzar y consumir productos de mar más que frescos, es un sitio donde se consigue ver desde la playa a los pescadores.
Desde allí se pueden contratar excursiones a la isla Lobo y visitar la colonia de lobos marinos que es de las más grandes del mundo, aunque sólo es posible acercarse cuando el mar y el clima lo permiten, ya que las aguas sueles ser revoltosas y se vuelve peligroso acercarse a islas rocosas.
Para los argentinos, turista que, enamorado de estas costas, es el más habitual, encontrará la típica parrillas que se pueden utilizar para despuntar el vicio del típico asadito; aunque nuestra recomendación es seguir en el plan audaz y contratar alguna de las excursiones que los llevan a pescar tiburones en las aguas que rodean a la isla de Lobos, y luego amenizar el paseo con unas buenas rodajas de tiburón a la parrilla.
A la vuelta, puede llevar al departamento del edificio Fontainebleau, piso 20, el producto de su audacia y dejarse acompañar ahora con un buen vaso de Merlot, una rodaja de tiburón y al mirar al horizonte ya sólo disfrutar del paisaje en vez de preguntarse qué habrá allí.
Allí estuvo usted. Chin chin.